Estos son los párrafos esenciales de un artículo que lleva el mismo título y que firmado por Andrés Pardo publica hoy 27 de enero la Hoja Litúrgica de la Archidiócesis de Madrid, y que por su extraordinario interés seleccionamos y reproducimos.
Dice así:
"La palabra es el gran signo que posibilita y crea el encuentro y el diálogo de los seres inteligentes. La palabra expresa al hombre y por medio de ella toma conciencia de la realidad que lo rodea. Por la palabra el hombre actúa y se hace presente, manifiesta su mundo interior, hace inteligible lo que piensa, lo que siente y lo que es.
Es muy importante valorar con justeza y dar la importancia debida a las palabras con las que nos expresamos en la celebración litúrgica y nos comunicamos personal y comunitariamente con Dios. La Palabra de Dios, pronuncviada o escuchada exige sinceridad.
Para el creyente la Palabra de Dios no es mera letra impresa en la Biblia sino que es historia y verdad. La Biblia es la Palabra de Dios no porque la sugiere o evoca sino porque la expresa, la significa eficazmente y la hace patente.
... Celebrar la Palabra en el culto litúrgico es revelar los planes ocultos de Dios para suscitar una fe más profunda.
....La Palabra es valorada en la liturgia como un acontecimiento. No se celebran ideas sino hechos. Se celebra precisamente la presencia de Dios en la asamblea por la comunicación de su Palabra. Se festeja el hecho de que Dios hable a su pueblo.
La celebración de la Palabra supone que los que participan en la asmblea litúrgica saben qué es lo que va a pasar y precisamente por esto y para esto se reunen. Más aún. Organizan la liturgia para que el hecho se produzca. La Palabra no es un anuncio de algo desconocido sino repetición deliberada de un hecho esperado. La Palabra de Dios cuánto más conmocida más se gusta de ella, más dice, mejor se celebra; porque celebrarla supone poseerla y ser poseído por ella.
La lectura Bíblica llega a ser Palabra de Dios cuando se acoge, covierte, recrea y comunica vida."
